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Historias

No me gusta estar en casa

12 marzo, 2018

La mayor parte del tiempo para mi estar en casa es sinónimo de estar encerrada y literalmente siento que estoy cumpliendo una condena.

Estoy segura que por ahí afuera hay más de una que igual que yo no es muy hogareña y para describir este síndrome con las palabras de mi madre “le pica la casa”.

Para huir de esta situación :

*Trabajan (fuera de ella).

*Viajan pues las vacaciones (sin salir fuera) son un castigo.

*Buscan siempre tener la agenda llena de cosas que hacer.

*Nunca (o casi nunca) hacen reuniones en su casa.

*Hacen deporte u otras actividades que las mantienen “al aire libre” el mayor tiempo posible.

Y en general se las arreglan para estar en casa lo menos que se pueda.

Hace poco platicaba con un amigo que viaja mucho y me decía que su trabajo le gustaba precisamente por eso, porque a él no le gustaba estar en casa. Yo le contesté “a mi tampoco, pero en ti se ve bien y en mi se ve mal” y todo por el sexo con el que nos tocó nacer .

Tenemos tan arraigada la imagen de la mujer hogareña que nos es muy difícil considerar siquiera la posibilidad de que haya una que otra que se sienta encarcelada si no sale de esas cuatro paredes todos y cada uno de los días.

Lo mismo sucede para el “otro lado” y cuando conocemos a un hombre al que le gusta el hogar lo vemos como bicho raro, algo que esta completamente fuera de lugar. A los hombres les debe de encantar salir y a las mujeres quedarse en casa punto.

Tal vez sea porque amo los espacios abiertos y la luz. Me gusta sentarme en las terrazas cuando voy a un restaurante o en su defecto cerca de un ventanal, aún cuando estoy adentro quiero sentir que estoy afuera.

También soy gregaria, me encanta ver gente y aunque dicen que el ser humano no es completamente gregario ni solitario a mi me cuesta trabajo estar más de un día sin salir ni hablar con alguien.

Claro como todos los seres humanos soy contradictoria, hay espacios de y momentos en mi casa que amo. Si hablamos de momentos me gusta estar en casa cuando llueve.

Si hablamos de lugares mi rincón de lectura y mi escritorio son lo que más disfruto, aquí les comparto una imagen de ese sacrosanto lugar.

Tomé esta foto justo en el instante en que me di cuenta cuanto disfrutaba estar aquí, esta imagen fue captada a las 6.00 a.m. de el 17 de noviembre de 2017.

A estas horas durante el fin de semana en invierno el silencio es total.

La calle, el parque frente a mi casa y todo alrededor parece estar muerto, deshabitado y este mutismo crea un atmósfera ideal para que las personas como yo (con déficit de atención) se puedan enfocar.

Esas mañanas son sublimes porque me permiten leer o escribir sin interrupciones, no cambiaría la compañía de mi taza de café, mi compu o mi libro por nada en este mundo. Bueno por un viaje a lo mejor si 😀.

Mi rincón de lectura esta justo al lado de mi escritorio, aquí tengo los libros que estoy leyendo (dos por lo general) un banco donde acomodar las piernas y un difusor donde quemo un aceite que impregna la sala con un olor a sándalo o a cualquier otro aroma hippioso.

Montado el escenario y ya acomodada en mi sillón abro mi libro, le doy el primer sorbo a mi café y voilá.

Emprendo el viaje y no sólo salgo de mi casa si no que en menos de dos segundos estoy en otra ciudad, en otro continente y con tantita imaginación en otro mundo.

¡Claaaaaaro! Ahora caigo en cuenta por que me encanta este lugar 😏

¿Cuál es el lugar favorito de tu casa (la cama no cuenta jaja)?

 

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Fotografía: PEXELS

Fotografía: E. Alanís



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Historias

Confesiones de una madre cero (zero, nada, niente) abnegada

11 diciembre, 2017

Hace tiempo que vi la película de bad moms (ya va a salir la secuela) no pude evitar sentirme identificada con todas y cada una de las mamás de a deveras que aparecen al final de la película, las reales, las que no son actrices y tienen más o menos mi edad.

Acto seguido después de verlas y oírlas sentí como si me quitaran un peso de encima, así como si tener un momento de iluminación fuera cosa de todos los días entré a ese cine siendo una y salí siendo otra.

Deje de sentirme sola y comprendí que por ahí en este mundo hay una tribu de madres como yo que no se azotan tanto con todos y cada uno de los aspectos de la maternidad.

No son ni les interesa parecer perfectas, amorosas, atentas, dedicadas, sacrificadas y abnegadas las 24 horas del día todos los días.

No se avergüenzan por tener vida propia y no se sienten culpables por no ser esclavas de las necesidades de los hijos.

¡Ah! que liberación sentir que no estoy mal, que no tengo un gen torcido y que simplemente: 

Caí muy lejos del árbol de las BAD MOMS.

Yo creo que cuando nací el terreno estaba de bajada y me fui rodando, rodando hasta que me detuve bajo el árbol de las mamás que no trabajan, dejan sueños y metas personales de lado para entregarse en un 110 por ciento a la maternidad. 

Al hacer esto que es completamente respetable sin querer hacen que algunas nos sintamos chiquititas al lado de ellas.

Muchos años pensé que debía de actuar en contra de mi voz interior (que siempre me decía que huyera lo más lejos de la casa posible) y debía renunciar a tener un trabajo para estar con mis hijas todo el tiempo.

Gracias al cielo que nunca la escuché y cuando la escuché la ignoré.

Ahora que mis hijas crecieron y ya no me necesitan en el día a día prácticamente para nada, el trabajo se ha convertido en mi vida, mi distracción, mi meta personal y mi fuente de ingreso.

De pasada me da un círculo de amistades que tiene un estilo de vida semejante al mío, otro de amigos mucho más jóvenes que yo que me mantiene vigente y mucha otras cosas más con las que no las quiero aburrir.

El trabajo fuera de casa me ha forzado a mantenerme activa, llena mi agenda con viajes de trabajo y uno que otro de placer, me mantiene leyendo que es una de mis grandes pasiones y sobre todas estas cosas me tiene ocupada que es la mejor manera de tener algo de higiene mental.

Al tener (algo) de higiene mental evito asfixiar a mis hijas y las dejo vivir su vida, no soy una madre agobiante y estoy aquí para cuando me necesitan, pero no requiero de que lo hagan.

Les doy su espacio y no dependo de ellas para que me entretengan, me acompañen y me diviertan. No quiero ser su amiga ni me ando acoplando en sus planes pero tampoco tengo la necesidad de que se acoplen a los míos.

Así viendo las cosas de lejecitos, tengo la impresión de que en esas vueltas que da la vida, hace años el trabajo me convirtió en una bad mom y precisamente ahora el trabajo me otorga la tan esperada redención, me pasa al estrado y me coloca el distintivo de good mom.

¡Yei! Bien por mí, por todas aquellas que trabajan fuera de casa, por todas las que trabajan desde la casa.

Pregúntenle a sus hijos para que vean que después de todo la cosa no estuvo tan mal 😜

 

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