De todos los climas odiosos que tiene Monterrey, éste es el que más detesto porque nomás no hay manera de atinarle con la ropa.
El sol, los pájaros y la vegetación que empiezan a despertar invitan a destaparse, pero el aire gélido te recuerda que todavía no llegan los días de shorts y chanclas .
Éstas fechas en que amanecemos a cuatro grados y pa’ medio día alcanzamos los treinta, hacen que no me quede más que empalmarme e irme pelando como cebolla, conforme avanza el día.
Y pues por más que yo haya nacido en éstas tierras y tenga cincuenta y tres años siendo Norestense, a mi lo único que se me ocurre año tras año, es echarme encima o un cardigan de estos largos y hippiosos o un blazer.
Si, confieso que no salgo de ahí y que son mis prendas favoritas para los días de entre tiempo por dos razones, una, son abrigadores y dos, no pesan.
Y esto último es lo que más importa, porque de seguro los vas a tener que cargar en algún momento del día, así sea sólo unos minutos.
Créanme ladieeeeeees, no es lo mismo andar cargando un suéter de hilo o estambre, que un abrigo de lana que pese más que una amiga desmayada.
Así que por éstas dos razones son mis consentidos para el principio y el final del invierno.
Y pues en este post les quiero enseñar exactamente el mismo outfit de jeans negros y blusa de cuello alto sin mangas, con un blazer y un cardigan.
Así con este uniforme seguiré hasta que se deje venir el verano peligroso.
Mientras sacamos todo lo de “calor” y guardamos lo de “frío”, hay que hacerle frente a estos días “Como Dios nos d’entender”.
Yo empiezo a empacar lo más grueso y dejo para el último los cardigans y los blazers porque a esos les doy batería hasta fines de abril.
Para mi, son la prenda perfecta para el fresquecito que se siente por las mañanas y por las noches, ese airecito colado que como dice el dicho: “No apaga una vela pero si mata un cristiano”.
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