No se si tengas la suerte de contar con muchas amig@s de la infancia a las que todavía frecuentas, yo de la infancia lo que se dice infancia tengo dos (m.f/e.e)
Lo bueno es que amigas de juventud tengo más.
Algunas compañeras de prepa y de carrera siguen siendo mis chérrimas y de cuando en cuando nos vemos para recordar viejos tiempos.
También hablamos del presente y cosas menos amables como los achaques, el nido vacío y la manera en la que va decayendo la salud física y mental de nuestros padres.
Y aunque mis amigas de la infancia y adolescencia son igual de importantes que el resto de mis amigas, las últimas no pueden ofrecerme algo que las primeras si.
Y eso es la validación.
Con mis amigas de toda la vida puedo fácilmente levantarme el ánimo cuando está decayendo.
Cuando pasa algo que me impide reconocer a la del espejo y sentirme como antes, busco su compañía y trato de recordar junto a ellas a la que alguna vez:
Ellas pueden atestiguar lo anterior y ponerle la firma a un documento que declare que no nací con este genio que me cargo últimamente 😂.
Conforme pasa el tiempo vamos evolucionando o involucionando, y hay veces en que necesitamos que alguien, de preferencia una fuente confiable nos recuerde que si pudimos, podemos.
Y eso sólo podrán hacerlo tus amigas de toda la vida, porque lo vivieron contigo, y saben de lo que eres capaz.
Ven más allá de la fachada y saben que:
Y es que a veces se nos olvida que somos mucha pieza y necesitamos que alguien que presenció nuestra época de esplendor, nos refresque la memoria.
Los años nos hacen ir perdiendo testigos presenciales, unas dejaron la ciudad, otras ya no nos frecuentan y para fines prácticos muchas amistades se van quedando en el camino.
Y con las que se fueron se fugó parte de nuestra memoria colectiva pues algunas recordarán cosas que nosotras ya hemos olvidado.
Cuántas veces te has reído de algo que hiciste y que estaba en el basurero de tu disco duro, pero en el desktop de una amiga tuya.
Es como si les hubiéramos dado algo para que lo guardaran porque ya no nos cabe y cada vez que las vemos nos “prestan” eso que nos están cuidando.
Por eso hay que frecuentarlas, cuidarlas y alimentar el vínculo que hay entre nosotras y que resiste el paso del tiempo.
De esa forma podré asegurarme de que siga viva y vigente la parte de mi vida que mis befas tienen en su poder.
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