Me pasó un buen día hace ya muchos años, yo estaba parada en un semáforo y sentada frente al volante de mi carro, echaba pestes del tráfico como siempre.
Mataba el tiempo paseando mi vista de un lado a otro y de arriba abajo y fue entonces cuando la vi…si, era ella, ese era su carro, esos eran sus (típicos) lentes de sol…
Esa señora que esperaba a que el semáforo se pusiera en verde, y se hallaba sentada al volante de el coche parado justo en el carril de al lado, era mi amiga.
A diferencia de mi, ella veía hacia el frente, pero su mirada en realidad estaba perdida, en el limbo.
Soné el claxon y justo cuando bajaba el vidrio de la ventana para gritarle y saludarla, me di cuenta que lloraba desconsoladamente…
Su rostro estaba completamente desencajado y su llanto era tan violento que estremecía su cuerpo entero, tardé una fracción de segundo en darme cuenta de que lloraba y guiada por un instinto dejé caer mi cabeza, tanto, que el pelo me cubrió casi toda la cara.
Entré como en un estado de shock, estaba sorprendida, asustada, triste, confundida y lo único que atiné a hacer fue voltear hacia el lado contrario.
No quería que me viera, temía avergonzarla, invadir la poca intimidad que le brindaba su carro y tampoco quería que se sintiera observada, criticada, juzgada.
Lo último que le faltaba a mi pobre amiga en ese momento, era meterse esa piedra (yo) en su zapato, así que pegué mi cara a la ventana y esperé a que el semáforo le pusiera fin a esa situación tan lamentable.
La había visto en plena calle haciendo algo tan natural como humano y sin embargo sentía como si la hubiera descubierto haciendo algo terrible, algo reprobable… y por eso mismo decidí que no podría preguntarle nunca que le pasaba.
Hacerlo y abordar el tema equivalía a confesarle que la había visto, o lo que es peor inventar que alguien más la había visto y me lo había contado.
¿Tendría problemas económicos?, ¿Y si era un mal de amores?, ¿Le acabarían de diagnosticar cáncer?, ¿Estará embarazada la hija menor?, ¿Descubrió que el marido tiene otra?, ¿Estará enfermo su hijo? ¿Se le moriría un familiar?.
En menos de lo que canta un gallo le di forma a unos diez guiones de telenovela e inventé ene mil historias que respondían a todas estas preguntas.
En cuestión de segundos decidí que yo nada podía hacer, y eso fue exactamente lo que hice. No. Hi. Ce. Na. Da.
Pretendí que no había pasado nunca y seguí con mi vida como de costumbre…Yo nunca la vi.
Justifiqué mi comportamiento de mil maneras y me convencí de que había hecho lo correcto, sin embargo desde ese día no dejé de cuestionarme…
¿Por qué si hice lo correcto no dejo de sentirme mal?
Había pasado mucho tiempo y aún así yo seguía recordando el incidente, me seguía sintiendo fatal y seguía reprochándome mis acciones de ese día.
Todo ese tiempo pensé que debí de actuar de una manera completamente diferente. Debí de haber hecho lo diametralmente opuesto.
Como amiga era mi obligación moral ayudarla, y un día llegué a la conclusión de que debí haberle pitado, pedido que se parara, darle algo de consuelo y tratar de calmarla.
Tuve que haberle ofrecido mi ayuda, cualquiera que fuera o al menos recomendarle no manejar en ese estado y llevarla a su casa.
Después de pensarlo mucho concluí de que actué como una mala amiga, como una persona a la que la pena y el sufrimiento de alguien cercano le fue indiferente y esa era la razón de tener esa cruda moral que ya duraba décadas.
Desde ese día decidí que no me iba a volver a pasar, me propuse no avergonzarme nunca más de los problemas y de las penas mías ni de las ajenas.
Ahora siempre que puedo y me doy cuenta de que alguna de mis amigas está pasando por un mal momento abordo el tema sin tapujos y ofrezco mi ayuda.
Si la toman bien; Si lo niegan, si se ofenden, si se sienten agredidas, o si lo ven como una confrontación, no problem, lo importante es que yo me voy a la cama con la tranquilidad de que hice todo lo que pude, hice lo correcto y esa noche duermo como bebé.
¿Tú que haces cuando una amiga tuya tiene problemas?
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