Hace tiempo que vi la película de bad moms (ya va a salir la secuela) no pude evitar sentirme identificada con todas y cada una de las mamás de a deveras que aparecen al final de la película, las reales, las que no son actrices y tienen más o menos mi edad.
Acto seguido después de verlas y oírlas sentí como si me quitaran un peso de encima, así como si tener un momento de iluminación fuera cosa de todos los días entré a ese cine siendo una y salí siendo otra.
Deje de sentirme sola y comprendí que por ahí en este mundo hay una tribu de madres como yo que no se azotan tanto con todos y cada uno de los aspectos de la maternidad.
No son ni les interesa parecer perfectas, amorosas, atentas, dedicadas, sacrificadas y abnegadas las 24 horas del día todos los días.
No se avergüenzan por tener vida propia y no se sienten culpables por no ser esclavas de las necesidades de los hijos.
¡Ah! que liberación sentir que no estoy mal, que no tengo un gen torcido y que simplemente:
Caí muy lejos del árbol de las BAD MOMS.
Yo creo que cuando nací el terreno estaba de bajada y me fui rodando, rodando hasta que me detuve bajo el árbol de las mamás que no trabajan, dejan sueños y metas personales de lado para entregarse en un 110 por ciento a la maternidad.
Al hacer esto que es completamente respetable sin querer hacen que algunas nos sintamos chiquititas al lado de ellas.
Muchos años pensé que debía de actuar en contra de mi voz interior (que siempre me decía que huyera lo más lejos de la casa posible) y debía renunciar a tener un trabajo para estar con mis hijas todo el tiempo.
Gracias al cielo que nunca la escuché y cuando la escuché la ignoré.
Ahora que mis hijas crecieron y ya no me necesitan en el día a día prácticamente para nada, el trabajo se ha convertido en mi vida, mi distracción, mi meta personal y mi fuente de ingreso.
De pasada me da un círculo de amistades que tiene un estilo de vida semejante al mío, otro de amigos mucho más jóvenes que yo que me mantiene vigente y mucha otras cosas más con las que no las quiero aburrir.
El trabajo fuera de casa me ha forzado a mantenerme activa, llena mi agenda con viajes de trabajo y uno que otro de placer, me mantiene leyendo que es una de mis grandes pasiones y sobre todas estas cosas me tiene ocupada que es la mejor manera de tener algo de higiene mental.
Al tener (algo) de higiene mental evito asfixiar a mis hijas y las dejo vivir su vida, no soy una madre agobiante y estoy aquí para cuando me necesitan, pero no requiero de que lo hagan.
Les doy su espacio y no dependo de ellas para que me entretengan, me acompañen y me diviertan. No quiero ser su amiga ni me ando acoplando en sus planes pero tampoco tengo la necesidad de que se acoplen a los míos.
Así viendo las cosas de lejecitos, tengo la impresión de que en esas vueltas que da la vida, hace años el trabajo me convirtió en una bad mom y precisamente ahora el trabajo me otorga la tan esperada redención, me pasa al estrado y me coloca el distintivo de good mom.
¡Yei! Bien por mí, por todas aquellas que trabajan fuera de casa, por todas las que trabajan desde la casa.
Pregúntenle a sus hijos para que vean que después de todo la cosa no estuvo tan mal 😜
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