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El nido vacío…no es el fin del mundo.

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Parece que fue ayer que las mujeres de mi tribu que elegimos reproducirnos estábamos trayendo al mundo un hijo tras otro.

Era como si poblar la tierra fuera una misión exclusiva de nuestra generación y desayunábamos, comíamos y cenábamos baby stuff.

Pero aunque una no quiera el tiempo vuela y lo que tarde o temprano tenía que pasar pasó.

Tengo dos amigas (c.l. y n.f.) a las que se les vació el nido, sus hijos únicos se casaron, se fueron a vivir lejos y ellas se quedaron como el chinito nomás milando.

¿Qué sigue?…Seguirle. No hay de otra.

Aprender a vivir sin la compañía de los hijos, volver a como estábamos antes de que nacieran, llevar nuestra vida y nuestro día a día como si no nos hubieran acompañado las 24 horas del día los 365 días del año.

Aprender a vivir sin esa constante.

¿Cómo me pregunto yo, cómo hacer algo tan difícil? Yo creo que como aprendemos a hacer todo en esta vida, poco a poco y teniéndonos paciencia.

¿Es normal que los extrañes? ¿Es normal que estés triste? ¿Es normal que sientas ansiedad ante este cambio de vida? ¡CLA.RO!

Claro que es normal, son parte de ti, pero como dice esta frase de Buda que me encanta.

“El cambio no es difícil, lo difícil es la resistencia al cambio”

Pretender evitar lo inevitable desgasta, el estar tristes y extrañando a los hijos todo el tiempo no ayudará a que nos acoplemos más pronto a nuestro recién estrenado estilo de vida.

Y pensando precisamente en este nuevo life style de mis amigas me puse a analizar la situación ¿Qué de bueno podemos sacar de esto?

De no tener a los hijos cerca. De no verlos a diario

Al principio como es normal entramos en negación y no le vemos nada bueno al asunto, pero después analizando las cosas con calma me vinieron a la mente todo eso que no podemos hacer cuando los hijos son muy chicos.

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O bien son grandes pero todavía dependen económicamente y viven con nosotros.

Cuando los hijos son el único impedimento para que :

  • Nos desvelemos (ya sea de fiesta, leyendo, etc.).
  • No lleguemos a dormir.
  • Viajemos más frecuentemente.
  • Estudiemos una carrera nocturna.
  • Gastemos dinero de más en excentricidades o lujos que sólo nos benefician a nosotros.
  • Cambiemos de carro más seguido.
  • No podamos dormir la siesta
  • Pasemos más tiempo con nuestros papás.
  • Pasemos más tiempo con nuestras amigas.
  • No cocinemos a diario.
  • Vayamos de shopping más seguido.👗 👠
  • Le dediquemos mucho tiempo a un hobby. (Mil veces escuché “cuando mis hijos crezcan me la voy a pasar en el gimnasio”)
  • Podamos finalmente deshacernos de esa mascota que nunca nos latió.
  • Tengamos uno, dos, o tres closets vacíos para colgar todas nuestras cosas y ¡por fin! deshacernos de los baúles de la abuelita.
  • Tener cuarto de huéspedes e invitar amigas foráneas.👍🏻
  • Pagar la mitad de agua, luz y gas 👏🏻
  • ¡Traer más dinero en la cartera! (Ay, esta si que como decían los anuncios de Mastercard es priceless )
  • Tardarte menos de una hora en el super (y pagar la mitad por supuesto)
  • Y bueno si le sigo pensando de seguro me vendrán otras tantas cosas a la cabeza, aquí el mensaje que les quiero dar es que veamos lo bueno y no lo malo.

Pensemos que nuestros hijos siempre estarán con nosotras pues nos habitan.

Los llevamos a todas partes guardaditos en nuestro corazón (como dice la canción de Los Claxons) y si no podemos cambiar el hecho de que abandonen el nido al menos veámosle el lado amable. 

Después de todo viéndolo desde otro punto de vista, ellos eran los protagonistas del show y nosotras aunque estábamos sentadas en primera fila y el espectáculo a veces era interactivo, éramos más que todo espectadoras.

Esta es la oportunidad de que los reflectores vuelvan ¡por fin! a estar sobre nosotras 😉. 

 

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Fotografía: PEXELS



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