Se llegó el 23 de Septiembre y con este día la entrada del otoño.
Adiós al verano, adiós a las vacaciones, adiós a mi mes favorito, Julio. A pesar de que nos acabamos de despedir ya lo extraño…
De todos los meses que tiene el año es el que más me gusta. Es el BFF que me divierte, me entretiene, me acompaña a todas partes y siempre tiene algo interesante que enseñarme.
Cuando gozo de su compañía me levanto de buenas porque no tengo un despertador que me ladra que ya es hora de despertarme.
Durante ese maravilloso (adorado, anhelado, amado) periodo despierto como deberíamos de hacerlo todos, sin ayuda de factores externos, volviendo a la vida cuando el cuerpo ya llenó de sueño, el cerebro simplemente sube el switch, tus ojos se abren e instantáneamente como un boxeador que escucha la campana te pones de pie, dejas la esquina y te metes de lleno al ring.
Con toda la calma del mundo me levanto, me lavo los dientes, me lavo la cara, me visto y empieza el ritual tan delicioso que acompaña a las mañanas de aquellos que tienen la fortuna de vivir a su paso.
Preparo café, compro el periódico y me entrego a leer mientras disfruto mi bebida favorita. Si por alguna razón no tengo ganas de meterme a la cocina, tomo mi bolsa, mi material de lectura y salgo a buscar el café, bistro o deli más cercano.
La fortuna no termina ahí, cuando acaba este ritual puedo elegir entre hacer y no hacer e ir o no ir, el día es una hoja en blanco que se puede llenar como yo quiera o quedarse simplemente así como está.
La maravillosa incógnita de no tener el día ya planeado es lo que para mí más se asemeja a la dicha plena.
Soy una privilegiada porque por un mes completo puedo si quiero desayunar, comer o cenar cerca del mar y constantemente sueño que algún día podré hacer eso durante los 365 días que tiene el año.
Fantaseo con un vida que me permita disfrutar de ese ritmo relajado y la vista maravillosa que ofrecen las ciudades con playa.
Es por esto que amo el verano. Durante esta época me permito llevar el estilo de vida que por el momento esta vetado para mí .
Durante esos días, no tengo prisa por levantarme ni llegar a ningún lado y al mismo tiempo tengo una prisa por comerme al mundo y estar en mil lugares al mismo tiempo.
El despertador es un concepto desconocido y eso me hace sentir muy dichosa, es una alegría tan grande que no cabe en mi corazón.
El no saber qué hora es y que eso no afecte para nada tus planes es algo inexplicable.
Odio ser esclava del reloj y julio me brinda la oportunidad de romper esa cadena tan grande aunque sea por un tiempo definido.
Julio también me regala la posibilidad de alejarme del automóvil y del tráfico que acompaña a todos los que somos automovilistas consumados, en ese periodo de tiempo camino a todas partes y no me pongo al volante por nada del mundo.
Mi carro y yo nos damos un (merecido) break, adopto un estilo de vida peatonal y lo mejor de este apartado es que la báscula me lo reconoce.
Tengo la dicha de caminar bajo climas agradables o calurosos, que siempre serán más benévolos que una caminata en el duro invierno.
A Julio también tengo que agradecerle muchos días al aire libre, soy vaga, siempre lo he sido y a estas alturas del partido creo que puedo declarar a ciencia cierta que siempre lo seré.
Me encanta salir a conocer playas, ciudades, pueblos, calles, restaurantes, cafés, galerías, museos, tiendas, mercados, heladerías,panaderías, fuentes, avenidas, palacios, centros comerciales, jardines, parques, catedrales, iglesias, capillas, ramblas, medinas, castillos, mausoleos, librerías, bibliotecas, templos, mezquitas, barrios, casinos, bares, y miles de lugares más que conforman mi larga lista de lugares por conocer.
Y pues como el tiempo libre (y el aburrimiento) escasean la televisión, el celular y el Ipad también pasan a ser parte de esos parientes incómodos y de plano me olvido de su existencia.
Como todos los amigos y parientes ingratos cuando se acaba este periodo de mi vida y los vuelvo a necesitar, los vuelvo a buscar.
Así sin avisar por qué me fui vuelvo y hago como si nada hubiera pasado. Poco a poco vuelvo a mi rutina y más por necesidad que por gusto busco su compañía.
Tendrán que pasar once largos meses para que vuelva a ver a mi mejor amigo, pero como dice el dicho:
“A mi amigo quiero, por eso le espero”
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Fotografía: PEXELS
Fotografía: E. Alanis
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