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¿Valdrá la pena seguirse arreglando?

10 agosto, 2020
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Hace unos meses que empezó la pandemia fui feliz por estar más en casa y andar en pijama hasta el medio día.

También disfrutaba mucho no tener que manejar. Evitarme la monserga de lidiar con el tráfico, era algo así como un premio bien merecido.

Para mi que tengo años trabajando fuera de casa, ambas cosas eran novedosas y desconocidas, pues ni cuando salgo vacaciones dejo de manejar.

En vacaciones, aprovecho para hacer muchas cosas que siempre tengo anotadas en una lista de pendientes que crece día con día.

Pero esta vez era distinto, porque esos lugares a los que yo podía ir a hacer diligencias, estarían cerrados también.

Así que la situación me obligaba a quedarme en casa y gozar de ese privilegio de estar en mode “fodonga profesional” todo el día.

Por tanto estuve encariñada con ese look hasta que me pasó factura, y me cobró caro el atrevimiento, pues empecé a notar que mi ánimo estaba por los suelos.

Me di cuenta que la sensación de libertad y comodidad habían desaparecido y en su lugar dejaron una tristeza medio rara, algo parecido a un remix de apatía, con desgano y melancolía .

Pensándole un ratito llegué a la conclusión de que me deprimía andar todo el día en pijama, pero sobre todo andar despeinada y sin una gota de maquillaje.

Entonces tratando de aterrizar mis sentimientos, saltó a la vista la razón de que me sintiera así, pues tenía ya semanas viéndome fea.

Esa montaña rusa emocional, en la que SIEMPRE nos andamos paseando todas, y que hace que unos días te sientas fea y otros días te creas “la divina envuelta en huevo” (como dice mi amiga r del r), ya no existía.

A mi ride, se le había acabado la gasolina justo cuando el carrito estaba en una bajada.

Me cayó el veinte y decidí que necesitaba arreglarme para verme guapa, levantarme el ánimo y sentirme mejor.

Tuve de pronto una necesidad imperiosa de maquillarme, vestirme y colgarme todo lo que siempre me cuelgo cuando voy a salir.

Y así tal cual, de un jalón me levanté del sillón donde estaba tirada, y…

A las tres de la tarde de un día equis de pandemia, me bañé me vestí me perfumé, y luego me senté en mi tocador a maquillarme con toda la calma del mundo.

Y justo cuando terminé de hacerlo, en ese preciso momento en que solté mi brocha, entendí que nos arreglamos para nosotr@s y no porque vamos a salir.

Todas esas cosas aparentemente tan superficiales como arreglarte, peinarte y perfumarte cumplen la función trascendental de hacer que te quieras más, te gustes más, y finalmente por que no, que te enamores más de ti.

Lo mismo aplica para todas las demás áreas de nuestra vida, como cuando buscamos aprender algo nuevo o empezamos a hacer ejercicio.

Lo hacemos porque queremos sonreírle a ese espejo que refleja algo que nos gusta.

LO HACEMOS PORQUE NOS QUEREMOS

Nosotras a nosotras mismas y más que a nadie.

Así que la respuesta después de tanto choro es SI, Y SIEMPRE SI.

Si vale la pena seguirse arreglando, no importa si tenemos 50 o 90 años porque el espíritu nunca envejece y mantener en alto el estado de ánimo siempre valdrá la pena.

Porque sentirte guapa lo vale

Porque sentirte bonita lo vale

Porque sentirte bella lo vale.

Porque sentirte contenta lo vale.

Porque ser feliz lo vale.

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Foto de portada (y video de la transformación) ALENA VI



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