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autonomía después de los cuarenta

Historias

“No me dejaron ir”.- La historia de las adultas que no se mandan solas.

8 octubre, 2018
Rendir cuentas despues de los cincuenta

A veces tengo la sensación de que ahora que paso de los 50 años tengo que rendirle cuentas a más personas que cuando tenía 20.

Ese “Ya estoy muy grande para pedir permiso” es puuuuro cuento.

Viendo las cosas en retrospectiva, cuando yo era una jovencita (en la época de la psicodelia 😉) le tenía que dar cuentas de mis actos sólo a mi mamá, mi papá fue un buen padre pero ausente, así que la única figura de autoridad por así decirlo era mi mamá.

Como mi madre trabajaba todo el día se puede decir que desde muy temprana edad yo aprendí a tomar decisiones e hice y deshice con mi vida lo que consideré apropiado.

También los maestros que eran estrictos me imponían y eran una autoridad, había que hacerles caso y andarse derechita con ellos so pena de reprobar, pero de ahí en fuera casi todo lo demás era andar de fiesta y estudiar en época de exámenes.

Cuando comencé a trabajar la lista de autoridades a quien reportarle se quedó igual (en dos) pues desapareció la figura del maestro para ser reemplazada por la figura del jefe.

Soñaba con crecer para no tener que rendirle cuentas a nadie…

Ay cotiti (como decía mi amigo p.s) no tenía idea de que lo bueno en cuestión de responsabilidades apenas estaba por llegar.

Treinta años después la historia es un poco diversa a como la imaginé, hoy en día yo y algunas mujeres que conforman mi tribu tienen que rendirle cuentas a:

Los papás.  (Y a todo el personal del asilo si viven en uno ¿verdad m.m?)

Los hermanos mayores.

La pareja.

Los hijos.

El jefe.

Las amigas.

Las compañeras (os) de trabajo.

Los amigos de la infancia (cómo olvidarlos).

Y en algunos casos (que no es el mío) a una familia política que a veces es muy demandante.

No son pocas las amigas que tengo que (todavía) a estas alturas de la vida checan constantemente su celular para ver si no las andan buscando los hijos (mayores de edad), el marido, los papás o el jefe.

Tienen que avisar en dónde andan y siguen teniendo hora máxima para llegar a casa, no contestar el celular en muchas ocasiones puede ser motivo de graves conflictos.

Que ironía que queremos crecer para no rendir cuentas pero entre más grandes somos, lo único que hacemos es ir acumulando jueces a lo largo del camino.

Algunos los fuimos agregando a voluntad con el paso del tiempo como una pareja, hijos, socios, familia política, compadres e hijos políticos.

Algunos ya venían de fábrica como los padres, abuelos, hermanos mayores y nuestra familia cercana.

Con todos hay que quedar bien siem-pre y a veces la carga se vuelve demasiado pesada.

Pero realmente la única persona a la que le tendremos que hacer un inventario será a nosotras mismas, por eso empecemos hoy a hacer lo que nos gusta, lo que nos hace felices y olvidémonos ya de lo que digan o quieran los demás.

Dentro de veinte años cuando seamos parte de la población que conforma la tercera edad, el reflejo en el espejo nos hará varias preguntas que tendremos que contestar queramos o no.

No habrá nadie ahí para decirnos lo que se veía bien o no, lo mucho que se habló de nosotras, o la cantidad de aplausos que recibimos por las cosas que logramos. 

Estaremos solas y no sé porque sospecho que lo único que vamos a recordar es cuántas veces pusimos los deseos de todos por encima de los nuestros.

Hay solamente una persona a la que tenemos que rendirle la cuenta que más cuenta y somos nosotras. Eso es lo que conocemos como un balance personal, así que comencemos ya a hacer sólo cosas que le sumen a nuestra vida y no que le resten.

Si dejamos pasar el tiempo y nos descuidamos, podemos terminar en números rojos. 

 

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Fotografía: PEXELS



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