Hace tanto que no te escribo un post, que no te culpo si ya te olvidaste de mi…pero si de puro churro todavía me recuerdas y abres mis mails, te doy las gracias de todo corazón…
A mí como a ti y a todos, la pandemia me pegó una zangoloteada y me dejó tan aturdida, que por un momento dudé si volvería a sentir ganas de salir, convivir y escribirte.
Este modus vivendi que llegó junto con el virus, sacó lo mejor y lo peor de mí.
Lo mejor se dejó ver luego luego pues mi lado creativo sintió el tiempo libre como una lluvia de bendiciones y me dediqué a hacer cosas que tenía décadas añorando hacer…escribí, leí y pinté como loca todo lo que se me puso enfrente.
Vi miles de TED Talk que tenía en mi lista de Netflix, todas las películas de Almodóvar que me faltaban y hasta tomé clases de francés en línea.
Después, el libro de Marie Kondo me poseyó y limpié y organicé mis cosas de una manera nunca vista, y todas las madrinolas regadas que andaban de homeless, encontraron finalmente un hogar.
Pero como todo lo que empieza tiene que acabar, después de sentir las horas libres como una bendición, llegaron a ser una maldición.
Atrás quedaron las ganas de ver tele, pintar, leer y sobre todo escribir. Entre menos convivía menos tenía yo dentro y lo poco que había, servía de nada, pues no existía en mi el más mínimo deseo de escribirlo y compartirlo.
Poco a poco el aislamiento me fue echando una capa tras otra y terminé envuelta en un hojaldre de indiferencia, que hacía que todo mis pensamientos fueran oscuros y fatalistas.
De haber escrito algo, creo que me hubiera quedado sin suscriptores.
La falta de vida social, pero sobre todo el encierro, me hizo compararme con los animales del zoológico y tuve una revelación, los pobres no están aburridos…
¡Están deprimidos!
Estar enjaulada me hizo recordar mis idas al zoológico y siempre ver animales “aburridos”, inertes; Yo les gritaba porque quería verlos correr, saltar, o mínimo caminar de un lado al otro.
También anhelaba oír el rugido de un león; Quería ver a esos felinos actuar como los del National Geographic Channel, pero ahora sé por que nunca se me hizo, pues los primeros están vivos por fuera, pero bien muertos por dentro.
Y así mismo igual que los animales del zoológico, yo también me quedé sin movimiento y poco a poco la escritura, la lectura y pintura fueron reemplazadas por siestas interminables y maratones de televisión.
Y aunque mi cuerpo estaba frente a la tele, mi mente ya sufría de sobredosis y en una realidad paralela yo me la pasaba cuestionándome:
¿Por qué me siento así?
Hasta que días después de repetirme la pregunta, llegó la respuesta; “Porque ya sabes lo que te espera mañana”, “Porque el factor sorpresa ya no existe y la novedad ya no es parte de tu ecuación”…
Por eso ahora que has vuelto a la normalidad, tienes que hacer un esfuerzo por retomar tu vida donde la dejaste…
Arráncate esa costra de desgano e ignora esa voz que te dice que no salgas, que no vayas al cine, que pidas comida a domicilio…que te recomienda que no hagas visitas y las cambies por video llamadas.
¡No la escuches!, ya es hora de volver so pena de quedarte allá por siempre, tienes que ponerle un alto a tu vida virtual y retomar la vida presencial, la que te obliga a ser parte de, y usar tus cinco sentidos.
La que se compone de gente que te ve, abraza, te mira a los ojos y te contesta al instante, sin dejarte en visto.
Porque igual que esos animales del zoológico, tú también eres un ser de manada y necesitas de los demás para estar bien.
Por eso en la cárcel, uno de los peores castigos es el confinamiento solitario…los pobres presos no pueden elegir si tomarlo o no, así que tienen que sufrir las graves consecuencias, pero tú que estás libre tienes opción.
Así que sal y ruge, ruge lo más fuerte que puedas, hasta que encuentres de nuevo a tu manada.
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