Creo que con el tiempo es completamente normal irse encariñando con algunas cosas materiales y desencariñando de otras, lo malo es que cuando ya no necesitamos algunas no nos damos cuenta y seguimos comprándolas en automático.
En este post les comentaré de algunas cosas que ya no consumo. No aprendí a vivir sin ellas eh, de verdad creo que las compraba por hábito, en algún momento las deje de necesitar y no me di cuenta, así que seguí por puritita costumbre.
El rubor: Hace años leí no recuerdo dónde, que después de los 40 años no debías usar cosméticos en polvo pues las micro partículas se depositan en las finas líneas de expresión y dan un aspecto acartonado.
Después de leer esto empecé a buscar rubores en crema pues era lo único que usaba en polvo y la verdad batallaba para encontrarlos, no existía la oferta que hay ahora, en estos días los encuentras en gel, mousse, líquidos, etc. (para mí el mejor es el bene tint de benefit)
Por otra parte me di cuenta que tenía muchos labiales abandonados en mi cajón porque después de abrirlos no me gustó el tono, la consistencia, el olor, etc.
Fue entonces cuando los comencé a usar como blush y 15 años después lo sigo haciendo.
Me he dado cuenta que si usas la cantidad adecuada todos los tonos se ven bien, excepto los nudes.
La crema de día. Desde que un dermatólogo o cirujano plástico (no recuerdo bien) me dijo que usara bloqueador tuve que decidir si usar crema de día con FPS o bloqueador.
Supe desde ese momento que me iba a ser imposible usar ambos pues tengo el cutis graso y la verdad no puedo untarme tantas cosas porque la cara me brilla más que una esfera navideña.
Confieso que me tardé en acostumbrarme porque sentía la piel un poco seca, pero fue cuestión de buscarle hasta que di con el bloqueador correcto.
Ahora siento la cara humectada y aparte bloqueo los rayos UV
Esmalte de uñas. Compraba demasiados, nunca tenía tiempo para pintarme las uñas y la verdad me cansé de estarme estropeando el trabajo de una hora porque algunos esmaltes nomás no secan ¡nunca!
Cuando lo lograba las uñas me duraban esmaltadas unos dos o tres días a lo mucho. Algunos se hacían chicle antes de que los usara un par de veces. Con la llegada del esmalte en gel me olvide de ellos, es un poco más caro pero al menos te dura el manicure.
Ahora compro solo uno o dos por temporada y es para pintarme las uñas de los pies, gracias a que tengo años corriendo, los míos están igual de hermosos que los pies de un zombie, comencé por necesidad y ahora me encanta hacerme el pedicure.
Es algo que disfruto, le echo mil cosas aromáticas al agua, me acerco un buen libro, los controles de la tele, el teléfono, el celular, todo lo que pudiera requerir que yo me ponga de pie a medio ritual.
Después meto los pies en el agua caliente y ah…vuelo, me voy por un rato a Placerilandia o Pleasureville o como quieran llamarle.
Mascarillas para la cara. Me encantan pero pienso que las mascarillas faciales y la quietud son el binomio perfecto. Aplicarte una sin contar con el otro elemento no tiene sentido. Siempre que me ponía una mascarilla sonaba el teléfono (y lo contestaba), tocaban a la puerta , o aparecía una mosca como por arte de magia a hacerme la vida miserable.
Me rendí. Terminaba lavándome la cara dos minutos después de habérmela puesto o tenía que ir al taller más cercano a que me la quitaran con soplete, pues por X o Y me venía quedando horas con la cosa puesta y por ende incrustada en el cutis. ¡Ay no que circo!
Ahora de vez en cuando voy a un spa y pido el facial básico (A.K.A. el más barato). Me ofrecen té mientras espero, me recuesto en una silla comodísima, me dan un masaje en la cara, me aplican la mascarilla, me relajo escuchando esa música de fondo que se oye en todas las clínicas de belleza y que no sé qué tiene que induce al trance.
Por 45 minutos me olvido de los perros, los zancudos y de todos los que llegan a tu puerta a vender boletos para la tan conocida rifa entre amigos.
Paleta de sombras: Siempre siempre siempre se me acababan los mismos tonos, los mis-mos. Allá voy a comprar otra y a guardar la mocha por si algún día se me ofrecía pintarme los ojos de dorado con morado (pa´que rime).
Pasaron los años y nunca lo hice…lo único que logre fue tener un cajón lleno de estuches mutantes que semejaban una dentadura chimuela. Ahora solo compro esas palettes que te dejan escoger los tonos que de verdad usas o de plano las compro sueltas y se acabó el problema.
La vida, los años y las circunstancias hacen que cambien nuestras necesidades y muchas veces no nos damos cuenta de que esto impacta directamente nuestros hábitos de compra.
Tómate un tiempo para analizar si sigues comprando cosas que no ya no usas.
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Fotografía: PEXELS
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