Empieza el año y empiezo con un post de mejora continua, pues este blog se trata de replicar que si se puede, que siempre se puede y que nunca es tarde.
Y precisamente si la frase “Nunca es tarde” tuviera pies y cabeza estos serían los de mi amiga N.L.
N. es una atleta consumada, ha corrido muchísimas veces el maratón de Monterrey, ha ganado decenas de medallas y todo esto lo empezó a hacer cuando cumplió 50.
Si leyeron bien empezó a correr cuando cumplió 50 años.
Llegado el medio siglo decidió invertir en ella el recién estrenado tiempo libre que le llegó con la adultez de sus tres hijos.
Esa libertad de hacer lo que nos de la gana, ese tiempo libre que nos pasamos anhelando cuando los hijos son chicos y creemos que no llegará nunca.
Esas mañanas, tardes y noches llenas de nada que llevamos esperando casi una vida.
Tanto ansiamos esos días que cuando llegan nos toman por sorpresa, nos asustan, no sabemos que hacer con ellos y en lugar de correr a abrazarlos salimos disparadas hacía el lado contrario.
Seguimos invirtiendo nuestros días en ocupaciones de los demás y continuamos vendiéndonos la idea de que no tenemos tiempo para nosotras.
Afortunadamente a N no le pasó esto y cuando escuchó que el parque Roma le hablaba cada vez que pasaba frente a él, atendió el llamado.
Empezó caminando todos los días y de tanto ver a los corredores puso en práctica el dicho “A dónde fueras haz lo que vieras”.
Dos décadas después siguen siendo los mejores amigos, se ven todos los días, se cuentan penas y alegrías.
Pero lo más valioso de esta amistad es que con esta relación se benefician el uno al otro como deben beneficiarnos en teoría todas las amistades.
Nora (y todos los corredores) evita que el parque se convierta en un lugar abandonado y desolado; En agradecimiento el parque le regala un rush de vitalidad, endorfinas y adrenalina que nunca le caerán mal.
Todas así como N podemos empezar a hacer algo nuevo el día de hoy…si queremos podemos hacer realidad ese cliché tan conocido de la “hoja en blanco”, el “día que comienza”, el “nunca es tarde” bla bla bla.
Pero alejándonos de los clichés y ubicándonos en la realidad no hay nada mejor para el cerebro (y su bienestar) que hacer algo nuevo para así mover neuronas nuevas.
Comencemos el año haciendo algo que no hemos hecho nunca, aunque sea para probar, para decir que ya lo hicimos y no nos gustó.
Nunca sabremos si nos encanta o no hacer capoeira, patinar, remar, bailar tango, hip hop en tacones, yoga, danza aérea y tantas otras cosas más si no probamos primero.
En todas partes nos dan una clase de cortesía y si no queremos gastar porque ni falta nos hace después de Navidad siempre tendremos un parque cerca y el viejo walk-man esperando a que lo saquemos a pasear.
Sólo pon una canción del jefe y te aseguro que tus pies no podrán resistir la urgencia de emprender el vuelo.
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