Hace muchos años, en un reino muy lejano, habitaba una señora (muy hermosa) que estaba embarazada de su segunda hija.
Ella estaba feliz esperando a su bebé, pero una nube negra empañaba su dicha, porque sus pies le habían crecido tanto en las últimas semanas, que ya no le entraba ningún zapato…
Ahora sí, si me permites, seguiré en primera persona porque como te imaginarás estoy hablando de mi.
Los dos o tres pares que me había comprado en el último trimestre y eran dos números más grandes que el mío, habían dejado de servirme hacía rato, y para una mujer que trabajaba fuera de casa, esto era angustiante.
Taaaaan grandes e hinchados tenía los pies, que a veces, me daban ganas de pintarme una chancla.
Mis pies eran un pez globo, enojado, cansado y adolorido todo el tiempo; Así que un día pensé que lo mejor que podía hacer, era tomar un marcador grueso, pintarme una pata de gallo y salir a la calle descalza.
Si, así es. Pensé eso porque ese era el grado de desesperación y ese es el mismo grado de desesperación que siento ahorita, porque tengo los pies en un modo peligrosamente parecido a como los tenía en aquel entonces.
Esa idea de pintarme un zapato y salir a la calle descalza, ha vuelto a cruzar por mi cabeza, porque estoy igual de HARTA.
Tengo los pies cansados, y ya no tolero ningún zapato para fines prácticos. Los tacones altos son parte de mi historia y ahora cuando me los pongo, no los aguanto más de media hora.
Desconozco qué les pasa a mis pies, tal vez al igual que yo ya andan pidiendo la jubilación a gritos y lo único que quieren es que yo los deje en paz.
Actualmente los únicos zapatos que aguanto son los tenis para correr y un par de flats negros marca VIVAIA (y vaya que no me cae un sólo peso por mencionar esta marca).
Todos los demás zapatos que tengo en mi closet podrían desaparecer mañana mismo y mis pies no los extrañarían.
Claro que a mí me harían muchísima falta, porque me gustan, los amo y combinan con mis outfits favoritos, pero siento que a mis pies les daría igual si yo me deshiciera de ellos, porque cómodos no son.
Todos ellos son una muestra de estilo e incomodidad. Hay para todos los (dis)gustos
Están los zapatos angostos que inmediatamente te duermen el pie y a veces hacen que te duela el arco, luego están los rígidos que no se doblan al dar el paso, y tienes a fuerza que caminar como Frankenstein.
Luego existen los otros que son anchos y no tan rígidos, pero son muy pesados y pareciera que traigo un ladrillo amarrado al empeine.
Luego están los empinados, que nadie sabe por qué, pero hacen que el pie se deslice hacia adelante, y andes teniendo que hacer un alto en el camino cada tres pasos, para evitar que el pie haga contacto con el asfalto.
Arghhh no, que ansía, parece que no hay manera de ganar en esta guerra contra los fabricantes de zapatos que se rigen por la moda y no la comodidad.
Pero bueno, no escribí este post solamente para quejarme, también lo escribí para pedir ayuda, para que me digas si conoces alguna marca de zapatos que sea cómoda, sin que parezca una línea de ortopedia.
Si es así, por favor déjame tu marca favorita de zapatos en los comentarios porque este asunto de verdad es urgente y sé, sé , sé que no soy la única detrás de esta llamada de ¡AUXILIO!
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FOTO: PEXELS
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