Mi mamá tenía una frase para referirse a las señoras que no dejaron de ser glamorosas cuando dejaron de ser jóvenes.
Siempre que hablaba de una dama madura que se seguía produciendo día a día o la veía por la calle decía:
“Esa mujer nunca se dejó”.
Mi madre es una de ellas y se nota que le da gusto encontrarse con las de su especie. Cuando se las topa por la calle discretamente les dedica una mirada de aprobación, admiración y de respeto.
Esta debería de ser la norma pues la juventud, el amor propio, la vanidad y el estilo no nacieron juntos, pero lamentablemente es la excepción.
Afortunadamente aquí seguimos en pie de lucha todas las que creemos que después de la juventud no sigue la decrepitud.
Entre estas dos fases de la vida esta la adultez (edad adulta intermedia) y después la madurez (edad adulta tardía) y no entiendo porque muchas mujeres se quieren saltar esas etapas de la vida tan maravillosas.
Pero volviendo a la frase de mi mamá y hablando de mujeres “dejadas” me vienen a la mente las palabras de Demi Moore cuando hace años le cuestionaban que se sentía ser una mujer dejada (¿Ashton Kutcher la abandonó 🤔?).
Ella contestaba más o menos así (no es cita textual):
“Nadie puede dejar a una mujer adulta; se puede dejar a un niño indefenso porque es vulnerable y no puede defenderse por si mismo pero a mi no me ha dejado nadie, a mí mi esposo me fue infiel”
Es por esto que escuchando estas sabías palabras (las de Demi pero sobre todo las de mi mamá) me vino a la mente esta analogía y creo que deberíamos todas de dedicarnos a erradicar a la mujer “dejada”. A la mujer y al concepto.
Si nadie en este mundo nos puede dejar (abandonar):
¿Por qué nos dejamos a nosotras mismas?
¿Por qué nos demostramos día a día que ya no nos interesa querernos y cuidarnos?
¿Porque tenemos/no tenemos pareja?
¿Hijos?
¿El puesto que anhelábamos?
¿Ya pasamos de los treintas, cuarentas, cincuentas, sesentas?
La lista de cuestionamientos es interminable pero ninguna de estas razones es válida si al hacerlo nos sentimos miserables, si al pararnos frente al espejo no nos gusta lo que vemos y tenemos que voltear hacia otro lado.
Nosotras somos y seremos siempre las únicas responsables de querernos y cuidarnos.
Tenemos todos los elementos para hacer de nosotras mismas una obra de arte, somos nuestra opera prima y en el escenario de nuestras vidas no hay ni habrá otra prima donna
Si no nos queremos, nos cuidamos, y no nos interesa mostrar al mundo nuestra mejor cara, está de más preocuparnos en que alguien nos sea infiel pues ya nos estamos siendo infieles a nosotras mismas.
Tenemos que recuperar ese placer que sentíamos al arreglarnos, cuando por allá por la década de los ochentas teníamos una sola meta y esa era ser la más guapa de la fiesta.
Ánimo este año que comienza hay que proponernos retomar ese hábito simple y sencillamente porque:
¡la fiesta todavía no se acaba!
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Fotografía: Carmen dell Orefice modelo de 83 años.
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