Vida Sana

Extraño mis clases de aerobics.

12 enero, 2023

Hace poco mi amiga S.L. me contaba que después de añales de no hacer ejercicio, un buen día sintió la punzada de retomarlo de manera regular.

No le pregunté a que se debía el cambio, pero supongo que ahora que sus hijos están grandes tiene un poquito más de tiempo, o igual y recordó lo padre que era brincar dos horas seguidas, mientras Nora Martínez Bremer o Misden Elizondo (Q.E.P.D.) pegaban de gritos hasta quedar roncas.

Y bueno, el caso es…que como la urgencia de reactivarse era mucha, se puso en friega a buscar opciones y finalmente un estudio de trampolín la convenció a inscribirse; Llegado el momento, se presentó a su primera clase y con la clase llegó el fiasco de su vida…pero déjame contarte el chisme como se debe.

Para empezar, mi amiga tuvo que agarrar valor, sacar el pecho, alzar la mirada y entrar en un salón lleno de jovencitas que no disimularon la sorpresa al verla, pero incluso sintiéndose una mosca en leche, decidió terminar lo que había empezado.

Tomó su lugar frente al trampolín y minutos antes de comenzar, vinieron las (incómodas) preguntas de rigor:

¿Hace cuánto que no HACE ejercicio?

¿HA hecho clases de trampolín antes?

¿Deberíamos temer por SU integridad física?

 

Jajaja…Si te encargo que guardes el “usted”…

 

Y a este interrogatorio le siguieron las instrucciones; La maestra le pidió:

  • Que no viera para el frente.
  • No tratara de seguir la coreografía.
  • No brincara al ritmo de la música.
  • Y que no viera a otras compañeras

 

“Fije la vista en el trampolín y asegúrese de caer siempre dentro”. Dijo 

 

O sea, la instrucción era que no hiciera la clase, y sobra mencionar que esto la tomó por sorpresa pues la Miss, en su noble intento de explicarle, la hizo sentir ancestra.

Y es que si lo vemos desde afuera, brincar es la cosa más primitiva del mundo, lo hacemos desde niñas, pero brincar en un trampolín, siguiendo música y coreografía, ya es otra cosa.

Pero bueno, retomando el tema, una vez que la música empezó, mi amiga decidió hacer caso omiso de todas las recomendaciones que le había dado la miss, e intentó hacer la clase tal cual, total ¿Qué tan difícil podía ser eso? ¿Cómo no iba a poder brincar en un simple trampolín?

Pero oh sorpresa, porque la brincadera con ritmo resultó tener su chiste y mi amiga no dio una, como era de esperarse, entre la música, coreografía y estar pendiente de no darse un guamazo, se sintió abrumada, y conforme avanzaba la clase, aumentaba su nivel de frustración.

Cuando el estrés llegó a su límite, decidió dejar de sufrir, se bajó del trampolín y salió del salón para no volver jamás.

La aventurita de pipo titulada “El trampolín”, había durado veinte minutos y no tendría segunda parte.

Pero lo triste de esta historia, no es que mi amiguis no haya terminado la clase, lo triste es que salió convencida de que NO PUEDE HACER TRAMPOLÍN.

En fin…después de que me contó esta historia, siguieron otras, pero al terminar la velada no pude evitar quedarme pensando en la dichosa clase fallida y llegué a la conclusión de que se rindió muy pronto.

Además, todo este merequetengue me confirmó una sospecha que tengo y es que a esta edad, pocas veces estamos dispuestas a ser principiantes.

Pues estoy segura de que si hubiera seguido en las clases, ahorita ya sería la maestra y a estas alturas, el trampolín le estaría haciendo los mandados.

Y yo creo que la razón es que tenemos tanto colmillo, que terminamos creyendo que tenemos colmillo para TODO; Y eso no fue, no es y nunca será cierto.

La edad nos hace sentir “La divina envuelta en huevo”, la sabelotodo y se nos olvida que seguimos siendo principiantes en muchas cosas, y que nunca terminaremos de aprender

Porque la mejora continua por algo se llama continua, y trata de no dejar de aprender; Aprender a tejer, bordar pintar, correr, bailar tango, hablar Portugués, cocinar (más) delicioso, etc.

La que sabe cocinar, siempre podrá aprender un platillo nuevo y la que habla tres idiomas siempre podrá aprender un cuarto, y así hay que hacerle con todo lo demás.

Aun cuando seamos expertas, siempre se puede evolucionar.

Solo tienes que darte permiso de dar baby steps, de ser la nueva, la recién llegada, la novata, la que no sabe, porque el día que estés convencida de que sabes todo empezará el declive, la vuelta en U, la involución.

Y ahí, no debes llegar nunca.

 

 

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Photo by Andrea Piacquadio: PEXELS.



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