Las mujeres maduras y los otoños en mi tierra nos parecemos en una cosa…
La estación de las hojas secas y las “ñoras” como yo, somos un ping pong climatológico que de un golpe pasa del frío al calor y viceversa.
Durante estos meses previos al invierno, tener frío y ponerte algo grueso encima, equivale a sentirte como un perro san bernardo se sentiría en la playa.
Pero si haces caso a esa sensación y se te ocurre ponerte una blusa sin mangas para ir a cenar en una romántica terraza…
Pasado un rato se te pondrá la piel de gallina y ya por ahí de las doce de la noche, sentirás las manos tiesas y tendrás los labios morados jajaja.
¿Será la edad? ¿Será el clima? Arghhh…me encantaría decir que es una o la otra, pero en este caso son las dos.
Por eso durante el otoño en mi tierra, no hay nada más aconsejable que cargar siempre con un cardigan de hilo o de una tela semi delgada.
El hilo permite que la prenda respire al mismo tiempo que abriga y como no pesa pero si cubre, se convierte en la pieza indispensable del entretiempo.
Por si fuera poco, si traes uno encima y te entra un bochorno, te lo puedes quitar, meterlo a la bolsa de mano y listo; Su ligereza lo vuelve muy compacto.
Además de práctico es dinámico, pues los hay de hilo, de camiseta, de polyester, de estilo conservador, clásico, bohemio, lisos o estampados.
Y aunque en otras latitudes octubre y noviembre son meses que traen a nuestra mente árboles desnudos, suéteres y chocolatito caliente, aquí, el sólo hecho de evocar el estambre hace que nos pique la cabeza.
Con todo y esto, aunque el otoño en Monterrey es cálido, ya no podemos andar en shorts ni chanclas pero tampoco podemos sacar las botas y bufandas.
¡Ay no, que circo!
Pero en fin…para este clima “raro” que durará hasta finales de diciembre y que sólo l@s norteñ@s conocemos tan bien, no hay nada mejor que un cardigan.
Ya sea liso o con un grabado discreto, es…
Una pieza atemporal que no pasará de moda nunca (como las mujeres que ya no se cuecen en el primer hervor 😍)
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