Historias

Y de pronto llegaste a la edad de los nunca.

2 diciembre, 2019

Recuerdo que cuando mi mamá llegó a la edad de los “nunca”, pensé que se estaba volviendo loca.

Razón no me faltó pues un buen día y sin precedente alguno, amaneció con su cantaleta de que sentía cosas raras y de ahí en adelante ya no paró.

En mi memoria quedó grabado un día en particular, y el recuerdo es tan nítido que parece que lo viví ayer.

Mi mamá y yo estamos en la casa donde crecí, yo estoy sentada justo en la entrada de la cocina y traigo el uniforme escolar puesto.

¿Se imaginan de que años estoy hablando? ¡Híjole, estaba en secundaria!

Ella es un péndulo que se mueve de la hornilla izquierda a la hornilla derecha de la estufa.

Como anda de negro resalta en medio del brillante escenario que forman el refri, los gabinetes y demás electrodomésticos que son escandalosamente rojos.

Amaba esa cocina-infierno otrora vanguardista y que hoy sería parte de la colección retro de un museo de arte pop.

En fin, volviendo a los ochentas, mientras menea la sopa y guisa la carne, me cuenta que ya llegó a la edad de los nunca y que siente cosas que jamás había sentido.

Comienza o termina las oraciones con la misma palabra, dice : “Nunca había tenido insomnio” o “no vuelvo a cenar tan tarde, nunca”.

Sentada en un banquito (que tiene dos escalones abatibles) la observo ir y venir, con un ritmo acelerado, repitiendo lo que acaba de decir y recuerdo claramente haber pensado que no estaba bien de los nervios.

¿Se acuerdan de ese banco?

¿Alguien de ustedes tenía este mismo banco que se convertía en escalera?

Bueno equis, retomando el tema, todo lo que decía mi madre me sonaba tan fuera de lugar que yo juraba que era producto de su imaginación.

Pensaba que mi mamá ya estaba viejita y se estaba volviendo ideática

¡Viejita a mi edad! ¿Cómo me atreví a pensar eso? .. jajaja

Aparte, ¿Cómo pude pensar que los bochornos, la ansiedad, la depresión y la indigestión podían ser solamente producto del ocio?

Creer que todo esto estaba en su cabeza y con ponerse a hacer algo (aparte de trabajar todo el día) se le iba a quitar como por arte de magia.

¡Que ocurrencias tenía! …y pobre de mi madre.

Ahora que ya ando en las mismas, la comprendo y la admiro por aguantar los embates de la menopausia sin la ayuda de las hormonas.

Sin poder al menos googlear remedios caseros o unirse a un grupo de mujeres que ya anduvieran topándose con esa problemática.

Sin contar con la aroma terapia, la medicina alternativa de hoy en día y toda la información que nos dan los sitios de internet (confiables).

Creo que yo me lanzaría a la yugular de todo aquel que se atreviera a decirme que la sequedad de mis ojos, es producto de mi imaginación.

Lo más alucinante de todo es, que aquí estoy yo, décadas después, entrando en la misma etapa y preguntándome en qué momento pasaron esos 30 años.

¿En que momento me convertí en mi mamá?

¿A qué hora pasé a ser yo la que siente cosas raras?

Hoy en día mis amigas y yo estamos entrando a la edad de los nunca, y es la plática habitual del cafecito.

Lo decimos medio en broma y medio enserio, como una manera de ir poco a poco confrontando la realidad tan temida de estar convirtiéndonos en mujeres maduras.

Ignoro si mi madre sabía que todo eso eran síntomas de la menopausia, pues jamás pronunció tal palabra.

Sería ¿Tabú? ¿Negación? ¿Ignorancia?

Quién sabe, tal vez para ella y todas las de su generación era simplemente algo que se tenía que vivir y no algo que andar platicando.

Y eso daría para escribir otro post…pero volviendo a este articulo.

Callarnos como nuestras madres, sufrir en silencio y pensar que si ignoramos los síntomas van a desaparecer, no es opción.

La baja de hormonas es real, los cambios en el organismo son tangibles y algunos tan drásticos que pueden afectar nuestra calidad de vida.

Si hacen lo que mi mamá e ignoran los síntomas, estos 30 años habrán pasado en vano.

Hoy tenemos demasiada información a nuestro alcance, así que hay que ponernos las pilas, dejar la pena a un lado y actuar en consecuencia.

A los ochentas hay que ir de visita a recordar buenos tiempos, pero regresarnos, quedarnos ahí y padecer a causa de los tabus que existían sobre la menopausia, jamás.

Eso ya lo hizo tu mamá por ti…

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